¿Qué pasa en el cerebro ante diferentes situaciones de la vida cotidiana, ya sea cuando escuchamos una canción, nos enojamos o no recordamos dónde dejamos las llaves? A través de diferentes estudios científicos, te traemos respuestas a estos interrogantes
¿Qué pasa en el cerebro cuando no recordamos donde dejamos las llaves?
Sin duda que, más de una vez, llegabas tarde al trabajo o a una cita y te ha costado horrores recordar dónde dejaste la llave de tu casa. Un artículo publicado en la revista Cognition por Grayden Solman, nos da la respuesta. En ese artículo, el investigador de la Universidad de Waterloo, en Canadá, llegaba a la conclusión de que podría deberse a una falta de sincronización entre la parte del cerebro que controla los movimientos, que funciona a una velocidad muy rápida, y las neuronas encargadas de percibir los objetos que nos rodean, que no logran seguir el ritmo. Eso hace que incluso si tenemos el objeto que buscamos delante de nuestras narices, nuestro cerebro sea incapaz de captarlo. Este fenómeno, agrega Solman, no tiene nada que ver con la mala memoria.
¿Qué pasa cuando bebemos alcohol?
Siempre que tomamos unas copas de más la coordinación nos falla. Según un artículo de la revista NeuroImage, esto sucede porque el alcohol suprime la actividad en las zonas del cerebro que procesan la información visual. Ante la falta de coordinación, no podemos dar las órdenes correctas a los músculos para colocar un pie delante de otro. Asimismo, no podemos colocar correctamente la llave para abrir una puerta.
Además, el cerebelo, que controla el movimiento, funciona más despacio debido a la embriaguez, lo que reduce aún más el control motriz y puede lanzarnos de bruces contra el piso. A esto hay que agregar que le actividad de los circuitos encargados de dar la alerta cuando cometemos errores se atenúa por culpa de la borrachera. Esto debilita nuestro sentido del ridículo, tal y como han demostrado en la Universidad de Misuri. Por otra parte, científicos de la Universidad de California, han comprobado que el consumo alcohólico aumenta la sensibilidad de los receptores neuronales que responden al neurotransmisor GABA, con un efecto inhibidor que explica la sedación, la sensación de tener la boca pastosa y la somnolencia.
Otro estudio ha comprobado científicamente el dicho de que «el alcohol es un gran embellecedor». Uno de los efectos secundarios de la ingesta de bebidas alcohólicas es que afecta la percepción de quienes nos rodean. Un grupo de investigadores de la Universidad de Glasgow han verificado que el alcohol nos hace ver a cualquier persona, con independencia de su sexo, más atractiva de lo que en realidad es. Por eso, a la hora de hacer contacto, si tenemos mucho alcohol en sangre, lo habitual es que aceptemos sin reparos.
¿Qué pasa en el cerebro cuando vemos una cara conocida?
Según un estudio británico publicado en Nature Neuroscience, reconocemos un rostro en tres fases. En primer lugar, las neuronas del giro fusiforme analizan los principales rasgos físicos. A continuación, el cerebro juzga si la cara «nos suena». Y, por último, intenta «ponerle nombre», buscando en la «base de datos facial» archivada en nuestra memoria.
Además, en el mismo estudio, se ha comprobado que recordaremos mejor a alguien si nos sonríe la primera vez que le vemos. Esto es consecuencia de que memorizamos un rostro con más facilidad cuando hay señales sociales positivas.
¿Qué pasa en el cerebro cuando escuchamos una canción pegadiza?
Seguro que más de una vez no pudiste sacarte una canción de la cabeza. Y no sólo eso: la empezaste a cantar sin motivo alguno mientras hacías otra actividad. Bueno, quédate tranquilo que casi todos hemos padecido alguna vez el síndrome de la canción pegadiza o earworm -gusano del oído, en ingles. Esto nos ocurre cuando al escuchar ciertas melodías, éstas nos resuenan una y otra vez en la cabeza de manera incontrolada.
De acuerdo con James Kellaris, de la Universidad de Cincinnati, en EE. UU., el efecto es mayor si la canción es la primera que uno escucha al levantarse, o lo último que oyó antes de irse a la cama. De esta manera, se queda adherida al córtex auditivo del cerebro, encargado de procesar los sonidos. Según Kellaris, la necesidad de tararear la canción funciona como una especie de picazón mental, que se alivia repitiéndola sin parar.
¿Qué pasa cuando nos enojamos?
Al enfurecernos, se nos acelera el corazón, además de aumentarnos la tensión arterial, liberándose testosterona a raudales y descienden los niveles de cortisol- la hormona del estrés-. A esto se agrega que, a nivel cerebral, el hemisferio izquierdo -la mitad racional- se vuelve hiperactivo. Es lo que se desprende de un estudio de la Universidad de Valencia recogido en la revista Hormones and Behavior. Sus autores concluyen que la activación asimétrica del encéfalo nos empuja a un mayor acercamiento hacia el estímulo que nos enardece, para concentrarnos en él con el fin de eliminarlo.
Además, la rabia puede ser mucho más intensa si en el momento en que nos enfurecemos a nuestras neuranas les falta serotonina, como, por ejemplo, cuando llevamos demasiadas horas sin comer. La causa de esto es que cuando este neurotransmisor escasea, la comunicación entre el sistema límbico -el centro emocional del cerebro- y los lóbulos frontales- responsables del control de los impulsos- se debilita.
Sin embargo, la ira no siempre tiene consecuencias negativas. La activación asimétrica que casa en el cerebro también hace que la gente enojada se sienta más motivada a lograr lo que desea, según sugiere un trabajo de la Universidad de Utrecht, en Holanda, dado a conocer en Psychological Science.