Fábulas de Esopo

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En esta entrada te presentamos algunas de las mejores fábulas de Esopo. Estas breves narraciones, en las cuales los protagonistas muchas veces son animales dotados de palabra y que dialogan entre ellos y con humanos, han perdurado casi por veintiséis siglos. En efecto, el mismo Sócrates, durante su estancia en prisión en los días previos a su muerte, compuso versos tomando como base algunas de ellas, lo que nos revela que las fábulas esópicas ya formaban parte del saber popular griego en aquellos tiempos.

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Estas breves y divertidas narraciones tienen un trasfondo aleccionador, tomando como base la escuela de la vida y las relaciones humanas. No obstante el remoto origen de su composición (pues nadie sabe si Esopo realmente existió o no), estas fábulas, que pueden leer tanto adultos como niños, han logrado sobrevivir al paso del tiempo y mantener su vigencia.

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Te acercamos el libro Fábulas de Esopo en sus ediciones de Penguin Clásicos y Editorial Gredos.

11 de las mejores Fábulas de Esopo

A continuación, te acercamos 11 de las mejores fábulas de Esopo. Disfrútalas.

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Fábulas y moralejas

1. El águila, el grajo y el pastor

Un águila que bajó volando desde una elevada peña arrebató un cordero; un grajo, a la vista de esto, quiso por envidia imitarla. Y entonces, tras tirarse con un fuerte graznido, se precipitó sobre un carnero. Pero al quedársele enganchadas las garras en los vellones batía sus alas sin poder librarse, hasta que el pastor, dándose cuenta de lo que pasaba, vino corriendo y lo capturó. Tras recortarle las alas remeras, al caer la tarde, se lo llevó a sus hijos. Cuando le preguntaron qué tipo de pájaro era, dijo: «Por lo que yo tengo bien entendido, un grajo; pero por lo que él se pretende, un águila».

Así, la rivalidad con los poderosos a nada conduce y, en la desgracia, consigue el ridículo.

2. El cabrero y las cabras monteses

Un cabrero, que sacó sus cabras a pastar, como viera que unas cabras monteses se habían mezclado con las suyas, al caer la tarde las metió a todas en su cueva. Al día siguiente sobrevino una gran borrasca y, no pudiendo llevarlas a su pasto habitual, las cuidó dentro, echó a las suyas propias la comida justa para no pasar hambre, mientras que a las extrañas les amontonaba mucha, con la intención de apropiárselas.

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Una vez pasó la tormenta, cuando sacó a todas a pastar, las monteses, tras echarse al monte, se escaparon. El pastor les reprochaba su ingratitud, pues si ellas habían obtenido más cuidados de la cuenta le abandonaban; éstas volviéndose dijeron: «Pues por esto mismo tenemos más precaución, porque si a nosotras, que llegamos ayer a tu lado, nos has tratado mejor que a las que están contigo desde antes, está claro que si otras se te acercan después a aquéllas preferirás más que a nosotras».

La fábula demuestra que no hay que acoger las pruebas de amistad de los que nos prefieren a los viejos amigos, en la idea de que al hacernos nosotros veteranos, si hacen nuevas amistades, prefieren a aquéllos.

3. La zorra y el leopardo

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Una zorra y un leopardo a propósito de su belleza discutían. El leopardo a cada momento exaltaba la variedad de su pelaje, la zorra respondiendo dijo: «¡Qué por encima de ti estoy yo en belleza, yo que soy variada, no de pelaje, sino de espíritu!».

La fábula muestra que el adorno de la inteligencia es mejor que la belleza corporal.

4. La zorra y las uvas

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La fábula de la zorra y las uvas es una de las más populares.

Una zorra hambrienta, como viera unos racimos colgar de una parra, quiso apoderarse de ellos y no pudo. Marchándose, dijo para sí: «Están verdes».

Así, también algunos hombres inhábiles por su incapacidad para lograr lo que quieren echan la culpa a las circunstancias.

5. El lobo y el cordero

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El lobo y el cordero.

Un lobo que vio a un cordero en un río quiso comérselo con un pretexto verosímil. Por eso, aunque estaba río arriba, le acusó de revolver el agua y no dejarle beber. El cordero contestó que estaba bebiendo con la punta de los labios y que, además, era imposible que él, que estaba más abajo, agitara el agua río arriba. El lobo, como fracasó con su acusación, dijo: «Pero el año pasado tú insultaste a mi padre». El cordero replicó que hace un año aún no había nacido. El lobo entonces le dijo: «Pues aunque te salgan bien tus justificaciones no voy a dejar de comerte».

La fábula muestra que para los que tienen el propósito de hacer daño no vale ningún argumento justo.

6. El lobo y la garza

Un lobo, que se había tragado un hueso, iba buscando quien lo curara. Se encontró con una garza y le pidió que, mediante pago, se lo sacase. La garza metió su cabeza en el gaznate del lobo y se lo extrajo; después reclamó el salario convenido. El lobo respondiendo dijo: «¡Eh, tú!, ¿no estás satisfecha con sacar sana la cabeza de la boca de un lobo que encima pides sueldo?».

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La fábula muestra que la mayor recompensa que se puede esperar del favor de los malvados es no sacar de ellos un perjuicio.

7. El león y la liebre

Un león que topó con una liebre dormida iba ya a comérsela cuando, de pronto, vio pasar un ciervo y, dejando la liebre se puso a perseguirlo. La liebre entonces se despertó con el ruido y huyó. El león, después de mucho perseguir al ciervo, como no pudo darle alcance, volvió a por la liebre. Pero al encontrar que ya se había escapado dijo: «Me está bien empleado, porque al dejar la comida que ya tenía en la mano preferí la esperanza de una presa mayor».

Así, algunas personas insatisfechas con una ganancia discreta, cuando van tras la esperanza de beneficios mayores, pierden sin darse cuenta lo que tienen entre manos.

8. El león enamorado

Un león, enamorado de la hija de un labrador, la pidió por esposa. El labrador, que no se atrevía a entregar a su hija a una fiera, ni tampoco podía negarse por el miedo que le tenía, se le ocurrió lo siguiente: como el león lo apremiaba continuamente, le dijo que lo consideraba digno de desposar a su hija, pero que no se la podía dar a menos que se dejara arrancar los dientes y cortar las uñas, porque esto es lo que le daba terror a la muchacha. El león, por amor, se dejó hacer las dos cosas, entonces el labrador, perdido todo el respeto hacia él, en cuanto se presentó lo echó a palos.

La fábula muestra que los que se confían de modo complaciente a los vecinos, cuando quedan despojados de sus propias virtudes, los conquistan con toda facilidad quienes antes los temían.

9. El perro dormido y el lobo

Un perro estaba dormido delante de un corral. Un lobo que lo vio comprendió que era posible devorarlo. El perro suplicó que, de momento, le dejara marchar, alegando: «Ahora estoy flaco y débil, pero mis amos van a celebrar una boda; si me sueltas ahora, después me podrás comer más gordo». El lobo lo creyó y lo soltó. Cuando volvió a los pocos días y le vio dormir dentro de la casa, lo llamó recordándole el trato. El perro, respondiendo dijo: «Mira, lobo, si otra vez me ves dormir a la puerta del corral, no esperes ya a las bodas».

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Así, las personas sensatas, cuando han escapado de algún peligro, en adelante, se guardan bien de ellos.

10. Los caminantes y el oso

Dos amigos iban por el mismo camino. De repente, les apareció un oso. Uno de ellos se subió precipitadamente a un árbol y allí se escondió, el otro, a punto de ser atrapado, se dejó caer en el suelo y se hizo el muerto. El oso le arrimó el hocico y le olfateaba, mientras él contenía la respiración, porque dicen que el oso no toca un cadáver. Cuando se marchó, el del árbol le preguntó qué le había dicho el oso al oído, éste respondió: «No viajar en adelante en compañía de amigos semejantes, que no permanecen al lado de uno en los peligros».

La fábula muestra que las desgracias prueban a los amigos de verdad.

11. El labrador y la Fortuna

Un labrador que encontró un tesoro cavando la tierra, le ofrecía cada día coronas a la Tierra creyéndose favorecido por ella. Pero se le apareció la Fortuna y dijo: «¿Por qué atribuyes a la Tierra estos regalos míos que yo te he dado porque quería hacerte rico? Pues si la ocasión mudara su naturaleza y se malgastara en penosas necesidades no se lo reprocharías a la Tierra, sino a la Fortuna.»

La fábula nos enseña que hay que saber quién es el bienhechor y que a él hay que dar las gracias.

12. El cuervo y la zorra

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Fábula del cuervo y la zorra.

Un cuervo que había robado un trozo de carne, se posó en un árbol. Y una zorra, que lo vio, quiso adueñarse de la carne, se detuvo y empezó a exaltar sus proporciones y belleza, le dijo además que le sobraban méritos para ser el rey de las aves y, sin duda, podría serlo si tuviera voz. Pero al querer demostrar a la zorra que tenía voz, dejó caer la carne y se puso a dar grandes graznidos. Aquélla se lanzó y después que arrebató la carne, dijo: «Cuervo, si también tuvieras juicio, nada te faltaría para ser el rey de las aves».

La fábula vale para el insensato.

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Si te gustaron las fábulas de Esopo que te acercamos, tal vez quieras tener algún ejemplar con todas ellas. Es una excelente oportunidad para hacerte con estas deliciosas y divertidas historias que nunca pasan de moda.

Esperamos que hayas disfrutado de las fábulas y moralejas de Esopo.

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