Pitágoras, el primero en llamarse filósofo

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La biografía de Pitágoras de Samos está envuelta en un velo de misterio. Mucha de la información que se conserva es, en el mejor de los casos, un siglo posterior a su actuación. Este artículo está construido a partir de la documentación conservada de los autores que trataron sobre la biografía de Pitágoras. Por lo tanto, mantiene el tono legendario de dichos escritos.

Nacimiento

Pitágoras nació hacia el 569 a.C. en la isla de Samos. Las versiones sobre su llegada al mundo están teñidas por un tinte místico. Cuenta el filósofo Jámblico que Mnemarco y Partenis, padres de Pitágoras, hallándose de viaje hacia Siria, se detuvieron en Delfos. Una vez allí, fueron a consultar al oráculo de Apolo. La pitonisa les dijo que su viaje se cumpliría acorde a sus pretensiones. Esta, sin haber sido informada del embarazo, les anunció que Partenis daría a luz a un hijo que sobresaldría en sabiduría y que sería un bien para toda la humanidad. Mnesarco reflexionó que el dios no le habría anunciado nada sobre su hijo de no ser algo verdaderamente extraordinario. En consecuencia, la pareja decidió nombrar a su hijo Pitágoras, en honor del dios Pitio, es decir, de Apolo.

Juventud y formación

Pitágoras fue discípulo de Ferécides. Cuando su maestro murió, continuó en el estudio de la sabiduría griega y bárbara (es decir, no griega). Desde Samos viajo a Egipto, en donde aprendió la lengua de ese país y los misterios sobre sus dioses.

Las transmigraciones del alma de Pitágoras

La figura de Pitágoras alcanzó matices divinos, principalmente, por los rumores sobre sus reencarnaciones. Heráclides de Ponto cuenta que nuestro filósofo había sido, entre otros, Etálides, Euforbo, Hermótimo y Alco, una hermosa cortesana.

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Siendo Etálides, hijo del dios Hermes, participó junto a Jasón en la aventura de los Argonautas. Su padre le ofreció cumplirle cualquier deseo, excepto el de la inmortalidad. Etálides le pidió conservar la memoria de todo lo que le aconteciera, estuviera vivo o muerto.

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Pitágoras en La Escuela de Atenas de Rafael Sanzio.

Euforbo, un soldado que fue herido por Menelao en Troya, contó que recordaba haber sido Etálida. Además, explicó cómo Hermes le otorgó el don de la transmigración del alma. También contó que en uno de sus descensos al inframundo vio las almas de los poetas Hesíodo y Homero sufrir castigos por lo que habían dicho de los dioses.

Cuando fue Hermótimo, dijo que había sido Euforbo. Para dar crédito a sus palabras, fue al templo de Apolo en Bránquide y allí señaló cuál era el escudo que Menelao consagró al dios una vez concluida la guerra. Luego de morir Hermótimo, su alma pasó a Pirro, un pescador de Delos. Este contó el recorrido que hizo su alma, hasta que luego fue Pitágoras, quien recordaba todo.

Otra anécdota agrega más misterio sobre la vida de este filósofo. Jenófanes cuenta que Pitágoras vio cómo un perro era maltratado por un hombre. Para detener la golpiza, el sabio le dijo al agresor: «Cesa de golpear al animal, puesto que me ha parecido oír en su llanto la voz de un amigo».

Régimen alimenticio y estilo de vida pitagóricos

Pitágoras prescribía alimentarse a base de una dieta consistente en hierbas, miel y agua. Mandaba abstenerse de comer carne de animales, puesto que estos tienen alma. El propósito de esta dieta era lograr aligerar el cuerpo, acercando al alma lo más posible a la divinidad.

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Pitagóricos celebrando el amanecer. Óleo de Fyodor Bronnikov.

Algo que caracterizaba a Pitágoras y sus seguidores era el silencio. Este tenía su fundamento en que «no deben manifestarse todas las cosas a todos». Es por esto que nadie sabe con certeza cuáles eran las enseñanzas que impartía este filósofo a sus discípulos.

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Actuación de Pitágoras en Italia

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El filósofo Pitágoras en Crotona

Luego de aprender la sabiduría de los egipcios, Pitágoras volvió a Samos, pero al ver que pronto sería tiranizada por Polícrates, decidió partir hacia Italia. Al llegar a Crotona, pronunció un discurso que maravilló a los gobernantes de la ciudad. Estos le pidieron que educara a los jóvenes, así como también a las mujeres. Pitágoras intervino activamente en política, promulgando leyes que liberaron a estados que se hallaban oprimidos por otros. Así, su fama de hombre sabio crecía junto a su influencia.

Pero también sobre su estadía en Italia hay relatos extraordinarios. Se cuenta que hizo construir un refugio subterráneo. Una vez bajó hacia el interior, pretendiendo bajar hacia el Hades, permaneciendo adentro alrededor de cinco años. Cuando salió, con aspecto consumido y esquelético, comunicó a los gobernantes todos los hechos que habían sucedido mientras estuvo en el refugio. Hay quien dice, como Hermipo, que Pitágoras le pidió a su madre que le mandase por escrito todos los hechos que ocurrieran en su ausencia. Como quiera que sea, todos los que presenciaron la vuelta a la superficie de Pitágoras y el relato que este hizo de todo lo que aconteció, provocó en ellos el llanto y el temor, creyendo que el filósofo poseía una naturaleza divina.

Filósofo, una novedosa denominación

Diógenes Laercio, en su obra Vidas de los más ilustres filósofos griegos, trae el testimonio de Sosícrates, quien dice que León, tirano de Fliunte, preguntó a Pitágoras cuál era su ocupación. Este respondió: «Filósofo».

León, sorprendido por la denominación, preguntó en qué se diferenciaba el filósofo de las demás personas. Pitágoras explicó que se imaginaba la vida como un gran certamen con los mejores juegos de toda Grecia. A esta competencia asistía gente con diversos intereses: deportistas con hambre de gloria, particulares con ganas de obtener ganancias con sus negocios y, finalmente, un tercer grupo sin anhelos de gloria ni económicos. Estos últimos eran los más libres, dedicados a contemplar y aprender qué cosas se hacían y de qué modo.

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Así, mientras en la vida unos buscan el honor y otros las ganancias, otros se dedican a la contemplación de la naturaleza. Estos últimos son los amantes de la sabiduría, filósofos, y su actividad supera a todas las demás.

Muerte de Pitágoras

Sobre el fin de la vida de Pitágoras, hacia el 475 a. C., hay distintas versiones. En una de ellas se afirma que el filósofo murió, mientras trataba asuntos políticos junto a sus discípulos, en el incendio de la casa de Milón en Crotona. Algunos de los seguidores de Pitágoras escaparon, en tanto otros fueron asesinados en la huida. El causante del incendio fue Cilón, un poderoso ciudadano crotoniata. Este habría llevado a cabo el atentado movido por el rencor hacia Pitágoras, pues se cuenta que el filósofo lo rechazó como discípulo al advertir su mal carácter.

El filósofo Jámblico nos cuenta otra variante de esta historia. Pitágoras, ya cansado de vivir, se habría retirado a Metaponto, al templo de las Musas. Una vez allí se habría abstenido de comer durante más de cuarenta días, lo que le provocó la muerte.

Como quiera que haya sido el fin de su vida, si el alma de Pitágoras siguió reencarnándose en otros cuerpos, quizá no lo sepamos porque haya preferido callar para siempre.


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